
de Stefanía Cardonetti
El Museo de la Inmigración de Buenos Aires inauguró en el año 2022 la muestra “Del Mediterráneo oriental al Plata”. La exposición se propone visibilizar la diversidad étnica y religiosa que tuvo y tiene lugar en la Argentina debido a la llegada de flujos migratorios de diverso origen. Si bien, como es sabido, italianos y españoles representaron grupos numéricamente importantes dentro del concierto de colectividades que se asentaron en la Argentina, también es cierto que para el año 1914 había casi 600.000 extranjeros en el país que no pertenecían a esos dos grandes grupos. Dentro de la larga historia de la inmigración, la Argentina se nutrió de flujos provenientes de lugares diversos que influyeron en la vida social, cultural y económica local a medida que se integraban a la sociedad de acogida. Ese fue el caso de muchos cristianos, musulmanes y judíos provenientes del Mediterráneo oriental de los que se ocupa esta muestra y cuyos primeros registros datan de la década en 1860 en adelante, con una interrupción en la Primera Guerra Mundial y un reflujo importante a partir de la finalización del conflicto bélico. Los motivos de la emigración son múltiples, pero se destaca la violencia y tensión social producida por las políticas violentas y excluyentes del Imperio Otomano hacia las minorías que convirtieron al territorio en un lugar amenazante.
Gran parte de esta muestra se construyó con objetos que fueron donados por descendientes de inmigrantes. Entre esos elementos se destacan aquellos que nos muestran uno de los modos más importantes de integración a la sociedad local: el trabajo. En este caso, les proponemos adentrarnos en una parte de esta exposición a partir de dos elementos que nos cuentan la influencia de los migrantes árabes en la Argentina. A través de esos objetos, exploraremos las trayectorias de dos migrantes, Azur y Abraham, para conocer un poco más sobre esta migración proveniente del Mediterráneo oriental.
Patente de la Provincia de Buenos Aires que autoriza a ejercer el comercio de mercachifle

El documento que aparece en esta fotografía fue donado al Museo de la Inmigración por una persona anónima que llegó hasta allí con la idea de que podría tratarse de un material valioso para la institución y, efectivamente, así fue. Gracias a esa donación, en una de las vitrinas el visitante puede ver las patentes originales que pagó a lo largo del tiempo el inmigrante Abraham Chama para poder trabajar en Buenos Aires.
Uno de los trabajos típicos que realizaron muchos migrantes árabes en la Argentina fue la venta ambulante, conocida popularmente en el siglo XIX y parte del XX como “mercachifle”. Legalmente, estar habilitado para el comercio mercachifle significaba poder comercializar distintos productos a través de la venta ambulante. Sin embargo, como podía leerse en Caras y Caretas, un semanario popular en la época, aunque estos migrantes trabajaran de modo ilegal o legal, buena parte de la sociedad de principios del siglo XX creía que se trataba de un “oficio ingrato” que daba un mal ejemplo para el país. Se criticaba la forma de vestir de estos vendedores extranjeros, el modo de trabajar y de ocupar el espacio público con sus carros en los que llevaban la mercadería. Esas imágenes cotidianas en la vía pública no coincidían con las aspiraciones de las clases dirigentes argentinas que imaginaban a un inmigrante ideal afincado en una colonia agrícola o asentado en un comercio fijo. Además, se construyeron diversos estereotipos negativos alrededor de los “turcos” como erróneamente se los llamaba con frecuencia.
Eventualmente, en un proceso de movilidad social ascendente aquellos vendedores itinerantes que solicitaban permiso a la provincia, como Abraham, y habían logrado ahorrar dinero podían convertirse en “bolicheros”, lo que significaba tener un comercio fijo. Todo este proceso, como sucedió con la mayoría de los grupos migrantes, se dio gracias a las redes sociales por las que circulaba información valiosa sobre cómo desarrollar el negocio, cómo solicitar un permiso para trabajar legalmente, préstamos de dinero, un lugar donde residir al llegar y otras cuestiones que enfrentan comúnmente los migrantes.
A pesar de que el comercio mercachifle y los boliches fueron las formas más comunes de trabajo entre inmigrantes árabes, especialmente entre los sirio-libaneses, existieron otras formas de integración laboral, quizás menos tradicionales o extendidas. Difundir la música árabe podía ser una vía de integración. Por un lado, era un elemento que los coterráneos valoraban en la medida que los reunía con un pasado compartido por la comunidad. Por otro lado, se podría captar a un nuevo público local.
“Ojos negros.” Disco de Azur Chami

El disco de la fotografía 2 representa en el museo esa dimensión. Azur Chami fue un migrante sirio nacido en una familia judía. Al llegar a la Argentina se dedicó a la formación de una orquesta con instrumentos árabes. Su propuesta musical resulta interesante por varios motivos: además de ser para él una forma de inserción laboral en un nuevo país, también fue un modo de desplegar dos lealtades, hacia la sociedad local y, al mismo tiempo, hacia su madre patria. En ese sentido, resulta interesante la iniciativa de Azur de componer una nueva versión en árabe de “El humahuaqueño”, una canción típica del norte argentino, considerada un himno de los carnavales que se celebran anualmente en esa zona del país.
El Humahuaqueño de Azur Chami (1962)
A partir de ese hito que lo llevó incluso a ganar premios en la Argentina, este cantante recorrió todo el país junto a otros músicos inmigrantes. Así, además de ganarse la vida con este oficio y deslumbrar a una nueva audiencia, el músico desplegaba sus propias prácticas culturales como una forma de lealtad a su patria de origen. Azur preservó su idioma y su vestimenta, pero, al mismo tiempo, contribuyó a convertir al país en un espacio multicultural. El Museo de la Inmigración invita a sus visitantes a colocarse los auriculares y adentrarse en esta fusión musical.
Finalmente, hay que señalar que el reconocimiento de migrantes como Abraham y Azur que propone esta muestra resulta una práctica reparadora. Ellos formaron parte de una corriente migratoria que provocó inquietudes en las clases dirigentes que desde mediados del siglo XIX soñaron con poblar el país con inmigrantes del norte europeo. Es sabido que muchos migrantes como de los que se ocupó este artículo fueron objeto de discursos y prácticas xenófobas, y que incluso se les llegó a prohibir el ingreso al Hotel de Inmigrantes. Tampoco forman parte de la narrativa nacional clásica que vincula a una parte de la inmigración europea con un mito fundacional del país. Sin embargo, se trata de una migración que logró abrirse paso y dejó huellas en la Argentina como lo evidencian las historias de los protagonistas de este artículo y que el museo busca restituir en la memoria pública.