Juan Morello.
Conicet / Universidad Nacional de Tres de Febrero
Corría octubre de 1918 y las noticias que auguraban un posible final a la catástrofe bélica desatada cuatro años atrás comenzaron a incrementarse de forma exponencial. El mundo entero, y lógicamente Buenos Aires también, estaban expectantes por una resolución definitiva al conflicto que traiga consigo una paz duradera. Pero no todos recibían esas noticias con la esperanza de estar a las puertas de un mundo mejor. La comunidad germanoparlante de Buenos Aires, que veía cómo el Imperio Alemán y el Imperio Austrohúngaro perdían terreno en sus respectivos frentes de batalla, comenzaba a saborear una amarga derrota.
Para 1918 Buenos Aires contaba con una población de alrededor de 1,64 millones de habitantes. Los números que se barajan para la comunidad germanoparlante porteña durante los años 1914 y 1918 nunca son muy precisos. El censo municipal de 1910 habla de 7.444 ciudadanos alemanes. Otras fuentes ajustan sus cálculos para el total de los germanoparlantes entre 50.000 y 200.000 personas en todo el país. Se trataba de una comunidad pequeña y heterogénea, desperdigada por varios barrios porteños, pero que durante el conflicto supo permanecer relativamente unida en la defensa de su lugar de origen.
Cuando comenzó la contienda la realidad porteña se tornó oscura para los inmigrantes germanoparlantes. El Imperio Alemán -no sin poca razón- fue acusado de ser el causante del conflicto y el grueso de la prensa porteña, más tarde o más temprano, se inclinó por defender los intereses aliados y arrastró con ello a la opinión pública. Es por ello que fue moneda corriente la difamación del Káiser en las páginas de muchos periódicos y revistas y la representación de los alemanes y su cultura como elementos típicos de la barbarie.
La prensa de la comunidad germanoparlante, por tanto, se vio obligada a reaccionar. Sus dos grandes periódicos -el conservador Deutsche La Plata Zeitung y el liberal Argentinisches Tageblatt- adoptaron un fuerte discurso en defensa del Imperio Alemán que sostuvieron hasta el final de la contienda. Sus objetivos se centraban en mantener informados a sus lectores, en brindarles una serie de argumentos que les permitan defenderse de los ataques cotidianos y en resaltar las características “alemanas” de su pueblo a fin de sostener una suerte de cohesión interna. Pero ninguna de estas cuestiones fueron de fácil resolución. El acceso a la información se tornó cada vez más complicado. En primer lugar, porque los aliados cortaron los cables telegráficos submarinos alemanes y monopolizaron la distribución de las noticias. Y en segundo lugar, porque al entrar Estados Unidos en la guerra en 1917 se perdió la poca comunicación radiotelegráfica que todavía existía. Finalmente, el ataque de submarinos alemanes a barcos argentinos hizo que se perdiera toda simpatía por la comunidad germanoparlante de Buenos Aires, llegando incluso a la agresión física.
Para el final del conflicto los dos grandes periódicos realizaban intentos exagerados por ocultar una realidad que era cada día más contraria a sus intereses. El Deutsche La Plata Zeitung, incluso, negaba descaradamente hechos que estaban a la vista de todos. Cuando llegó la noticia del armisticio, el 11 de noviembre de 1918, la decepción para los lectores no fue solo saber que su país había sido derrotado de forma aplastante, sino que, además, habían sido engañados por su propia prensa.
as calles de Buenos Aires se llenaron de manifestantes que aclamaban a los aliados y cantaban la Marsellesa. La prensa de la comunidad trató a los asistentes argentinos, italianos, ingleses, franceses y estadounidenses de incivilizados, entre otras cosas, por impedir el tránsito, por ser ruidosos o porque rompieron los instrumentos de una banda musical callejera que se negó a tocar el himno nacional francés. En las páginas de los diarios germanoparlantes se leían comentarios como que en los bancos ingleses y norteamericanos brindaban con champán y se vitoreaba con gritos acalorados al presidente norteamericano Woodrow Wilson. Mientras tanto, una pesadísima sensación de desamparo cayó sobre los inmigrantes germanoparlantes. Si la cotidianeidad se había tornado dura durante esos cuatro años, ahora parecía ser todavía peor. La prensa intentó ocultar las palabras que había emitido hasta hace unos pocos días atrás, aunque no pudo evitar que una queja resentida se alce en la comunidad.
Los tiempos que vinieron después fueron tiempos de cambio. Una parte de la comunidad, como era de esperar, se mantuvo alejada de esos conflictos. Pero la otra, la que era políticamente más activa, se ocupó de realizar acusaciones cruzadas que le recordaban a cada uno lo que había hecho durante la contienda. La Pax Romana que existió durante el conflicto entre los medios gráficos germanoparlantes llegaba a su fin y comenzaba una nueva guerra periodística en la que batallarían los medios tradicionales junto con otros nuevos que surgieron al calor de la necesidad de nuevas voces. Las discusiones giraron en torno a la defensa de la República de Weimar, de la vieja monarquía caída o de las nuevas formas comunistas de gobierno. El paso del tiempo no los haría volver a unirse, aunque sí limaría ciertas asperezas y contribuiría al descenso de la conflictividad.
Sugerencias bibliográficas
- Bryce, B. (2019). Ser de Buenos Aires: Alemanes, argentinos y el surgimiento de una sociedad plural : 1880-1930. Buenos Aires: Biblos.
- Morello, J. (2020). El concepto de alemanidad: una cuestión también científica. Un análisis de la revista Phoenix entre los años 1921 y 1939. Cuadernos del Archivo. (8), 35-47.
- Sánchez, E. G. (2014). Pendientes de un hilo: Guerra comunicacional y manipulación informativa en la prensa porteña durante los inicios de la Gran Guerra. Política y cultura, (42), 55-87.