Asociaciones de inmigrantes: inserción y legado

Por Stefanía Cardonetti

En su recorrido por la historia de la inmigración, el museo identifica cuatro etapas en el camino de los inmigrantes: el viaje, el arribo, la inserción y el legado.  En este artículo y a partir de dos fotografías de la exposición permanente “Para todos los hombres del mundo” nos detendremos en una experiencia colectiva que incluye a migrantes de diversos orígenes y nos habla tanto de la inserción, como del legado que estos dejaron en Argentina.

Collection of Membership Booklets

Esta fotografía de una de las vitrinas del museo expone una serie de carnets de socios pertenecientes a inmigrantes de distintas nacionalidades. “Sociedad de socorros mutuos Euskal Echea”, “Hospital Gallego”, “Casa de Galicia”, “Sociedad española de beneficencia”, “Sociedad Hebraica Argentina” son algunos de los nombres que pueden leerse en las portadas de estas pequeñas libretas.  Esas sociedades, hospitales y casas han sido de interés para el museo porque son huellas escritas que reflejan las redes de solidaridad tejidas por los inmigrantes a lo largo del tiempo, propiciadas por el proceso inmigratorio. Para los historiadores estos documentos han sido fuentes valiosas que les permitieron reconstruir distintos aspectos de ese fenómeno.

Hoy sabemos que una vez arribados al Puerto de Buenos Aires, los recién llegados se integraban utilizando una variedad de recursos disponibles. Muchos de ellos contaban con lo que los estudiosos de la inmigración han denominado “redes sociales”, un recurso clave para reducir el costo económico, social y emocional de la migración; y en muchos casos el factor decisivo para tomar la decisión de migrar y permanecer en Argentina. A través de esas redes de parentesco, de amistad o de paisanaje circulaba informacion sobre el mercado de trabajo local y las claves para descifrar las dinámicas sociales y culturales de una sociedad  desconocida.

Los inmigrantes también podían integrarse a un sólido tejido de asociaciones que les proveían diversos recursos: las escuelas étnicas, los hospitales y las festividades de las colectividades para reunirse fueron algunas de las instituciones creadas por y para aquellos migrantes. Las primeras asociaciones surgieron a mediados del siglo XIX, por ejemplo, una de las pioneras en la ayuda mutua, la italiana Unione e Benevolenza fue fundada a finales de la década de 1850.  Dentro del fervor asociativo que fue creciendo a lo largo de los siglos XIX y XX, el mutualismo fue una de las modalidades más extendidas como forma de organización institucional. A cambio de una cuota, los socios de estas asociaciones gozaban de diversos beneficios como estar al tanto de las novedades de las oficinas de trabajo que eventualmente podrían colocarlos en un empleo. Al mismo tiempo, ser miembros activos los habilitaba a utilizar los servicios de salud. Finalmente, al ser socios podían participar de las actividades sociales y culturales que propiciaban espacios inestimables para la sociabilidad de los recién llegados.

Precisamente, la prueba de que esos inmigrantes eran socios activos y que habían abonado en tiempo y forma las cuotas mensuales correspondientes eran las libretas de la Imagen 1.

Statutes of Several Associations

Además de desempeñar una intensa tarea social y benéfica, estas instituciones cumplían funciones esenciales en el plano simbólico y emocional, suplían necesidades que eran igualmente eran centrales durante el proceso de integración a una nueva sociedad. Estos espacios constituían una vía posible para la recreación de la identidad tanto individual como colectiva y contribuían de diversos modos a crear un sentido de comunidad. Una de las formas más conocidas que utilizaron los líderes de estas asociaciones para recrear identidades nacionales y regionales era sostener patrones de consumo vinculados a la comida, así la dirigencia étnica italiana, por ejemplo, apeló recurrentemente a la cocina y al consumo de ciertos alimentos de forma colectiva. En este caso, resulta notable, además, cómo esta cultura culinaria traspasó los límites de la comunidad de inmigrantes y se transformó en un elemento clave en la construcción de una cultura culinaria argentina, ya que la pizza, la (o el) fainá y el tiramisú son platos que hasta el día de hoy se encuentran cotidianamente en los restaurantes locales.

En ese marco, no es difícil imaginar el alivio que podría sentir un inmigrante al encontrarse con un coterráneo en una fiesta organizada por alguna de estas instituciones étnicas, por ejemplo, cada 25 de julio la celebración de Santiago Apostol, santo patrono de Galicia, era una oportunidad excepcional y sumamente convocante para reunirse en el Centro Gallego de Buenos Aires. Allí ademas de celebrar fiestas religiosas y degustar los platos típicos, se escuchaba la música conocida por todos y seguramente se conversaba sobre temas y preocupaciones comunes.

Al reconstruir esas experiencias asociativas se hace evidente que aquellos capaces de integrarse a la vibrante vida comunitaria de las asociaciones encontraban refugio en una pequeña (o gran) comunidad emocional. Estas comunidades atenuaban el peso de las dificultades que presentaba la adaptación, como la búsqueda de empleo estable, la dificultad para dominar el idioma el castellano, o la nostalgia y tristeza por haber dejado atrás a las personas y lugares conocidos. Así, desde las actividades comunitarias se ayudaba a que los inmigrantes no perdieran su vínculo afectivo con el pasado ni dejaran de sentirse gallegos, italianos, israelitas o alemanes en medio del abrumador cosmopolitismo de Buenos Aires.


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