de Stefanía Cardonetti.
El Museo de la Inmigración de Buenos Aires ofrece a sus visitantes una mirada caleidoscópica del proceso migratorio en Argentina. Transitar por el edificio implica encontrarse a cada paso con objetos de diversos orígenes que permiten dimensionar y reconstruir una sociedad culturalmente diversa. Dentro de ese mapa variopinto, se encuentran exhibidos una serie de abanicos de estilo japonés que representan distintas dimensiones del legado de los inmigrantes japoneses en Argentina.
A pesar de que Argentina no fue el destino privilegiado de los emigrantes japoneses que salieron de su país por limitaciones laborales y económicas, gradualmente desde finales del siglo XIX y principalmente a lo largo del siglo XX, llegó a conformarse una comunidad que se integró en distintos sectores de la sociedad argentina. Según los registros oficiales, entre 1897 y 1941 arribaron al país 5398 inmigrantes japoneses, provenientes principalmente de Okinawa y Kagoshima.

Inmigrantes japoneses recién arribados a Buenos Aires, 1945
Source: Archivo General de la Nación. Documentos Fotográficos.
Dentro de ese flujo, las trayectorias de los migrantes fueron diversas. No fueron pocos los que se radicaron en zonas periurbanas, contribuyeron al desarrollo de la agricultura e introdujeron técnicas modernas de cultivo en distintas áreas. Muchos otros se asentaron en zonas urbanas y trabajaron en rubros diversos como almacenes, cafeterías o tintorerías. Precisamente, este último rubro es el más asociado con el trabajo de la colectividad japonesa en el imaginario popular argentino. Muchos japoneses y japonesas lo habían aprendido a partir de experiencias previas dentro del servicio doméstico, tampoco requería gran un capital inicial para comenzar el emprendimiento. Así, el oficio comenzó a pasarse de generación en generación y alcanzó su apogeo en las décadas de 1950 y 1960. No es casual que también en la década de 1960 se fundara el Jardín Japonés de Buenos Aires, un regalo de la colectividad japonesa a la ciudad.
Aunque no sea evidente a primera vista, los abanicos exhibidos dentro de la exposición permanente del museo nos informan acerca de la forma de inserción laboral de los japoneses en Argentina y poseen algunas particularidades que merecen ser destacadas. En primer lugar, la forma en la que están expuestos en una vitrina nos permite ver que en una cara de estos elementos se imprimieron paisajes e imágenes icónicas de Japón. Mientras que del reverso se puede leer el nombre “Miss Japón” junto con la dirección exacta de una tintorería ubicada en un barrio porteño y el apellido de su propietario, el señor Ikei. Es decir, este objeto cuidadosamente diseñado es un aviso publicitario que la tintorería entregaba a sus clientes, una gentileza muy común en las tiendas argentinas, especialmente en épocas festivas.

Abanicos
Source: Fotografía de la autora.
De alguna forma, aquel cliente que recibiera esta pieza luego de recoger las prendas que la tintorería había limpiado, o quizás teñido o secado, se llevaba a su casa un retazo de la cultura japonesa. Según lo ha reseñado el curador de la muestra, de acuerdo a las tradiciones japonesas los abanicos debían combinar dos propósitos principales: belleza y funcionalidad, por esta razón contienen ilustraciones especialmente seleccionadas. Se trata de un objeto con múltiples roles en la sociedad japonesa, bien podían ser parte del protocolo dentro del ámbito político o cortesano, un regalo de boda o un elemento clave dentro de una performance de danzas rituales. A estos usos, los inmigrantes japoneses radicados en Argentina le añadieron una nueva, constituirlos en obsequios con el fin de fidelizar a su clientela y tal vez agradecerles por apoyar estos negocios que generalmente eran de carácter familiar.
Las tintorerías japonesas fueron y son sumamente populares, en el año 1929 dentro de la Capital Federal ya existían más de 200 tintorerías, un fenómeno que años más tarde dio lugar a la conformación, junto con otras colectividades como la española, de la Unión de los Propietarios de Tintorería. Hoy en día se lo considera un oficio en vías de extinción, se dice que en 2018 había 250 tintorerías en la Ciudad de Buenos Aires y que en el año 2023 ya no llegaban a 120.
A pesar de la situación actual de las tintorerías, que responde a factores históricos y políticos complejos, en sus años de apogeo estos emprendimientos fueron una parte importante de la identidad japonesa en Buenos Aires y una vía de integración exitosa a una sociedad desconocida. Como suele suceder dentro de los grupos migratorios estos experimentan identidades duales, tanto hacia su patria de origen como al lugar que los acogió, por ello estos abanicos entregados a los clientes simbolizan una forma de reafirmar su lugar dentro de la sociedad porteña, pero sin abandonar los aspectos de su cultura de origen que deciden resaltar y rememorar junto con su clientela.
A pesar de ser una comunidad pequeña en términos numéricos, el museo nos invita a valorar la presencia potente de la identidad japonesa dentro de la cultura argentina. El paladar argentino ha sido influenciado por la cultura culinaria japonesa que ha ganado una gran popularidad en los últimos años. Al mismo tiempo, el ámbito deportivo también se ha nutrido de los saberes de una comunidad que llegó a ocupar un lugar destacable con la introducción y profesionalización de prácticas como el judo o el karate. Se trata, en definitiva, de un grupo migratorio que mientras se integraba a la sociedad argentina, dejó huellas en diversos ámbitos contribuyendo a la diversidad cultural.
Lecturas recomendadas sobre el tema:
Celeste De Marco, “Colonización agrícola japonesa en Argentina. Estudio de dos casos en la provincia de Buenos Aires (1950-1960),” Revista de migraciones internacionales vol. 8 no.4 (2016): 137-165. https://migracionesinternacionales.colef.mx/index.php/migracionesinternacionales/article/view/629
Cecilia Onaha, “Características de la inmigración japonesa en la Argentina,” Revista Canela, vol. XIX (1997): 21-38.