por Benjamin Bryce,
Universidad de la Columbia Británica
El 1 de diciembre de 1913 comenzó a funcionar el servicio de metro en Buenos Aires, conectando la Plaza de Mayo y la Plaza Miserere. Esto fue el resultado de un largo proceso de urbanización, íntimamente ligado a procesos de migración.
En 1868, Buenos Aires era una pequeña ciudad de 178.000 habitantes. Para 1914, había llegado a 1.6 millones de personas, volviéndose la segunda ciudad más grande de las costas del Océano Atlántic. Gran parte de este crecimiento fue impulsado por la llegada masiva de inmigrantes, principalmente de Europa, pero también de Medio Oriente, y, en menor medida, del Sur y Este de Asia. En total, desde el principio de los 1880s – cuando empezó una amplia ola de inmigración europea – y hasta principios de los años 1930 – cuando los efectos de la Gran Depresión afectaron la emigración transatlántica con proveniencia europea – más de 5.8 millones de personas llegaron al país.

Esta aceleración demográfica en Buenos Aires fue acompañada por una serie de transformaciones urbanas. En la naciente metrópolis se estableció una nueva infraestructura industrial con el objetivo de facilitar la circulación. El primer metro se inauguró en 1913, marcando el principio del duodécimo sistema ferroviario subterráneo del mundo, y el primero de Latinoamérica. Se observan otros marcadores de urbanización en la creación de un sistema municipal de alcantarillado, completado en 1886, así como en el desarrollo de una red generalizada de calles pavimentadas.
La explosión demográfica de la ciudad y el desarrollo de nuevas formas de transporte alteraron la organización de la ciudad, contribuyendo a la aparición de nuevos barrios progresivamente más alejados del centro histórico. Comparando Buenos Aires con ciudades estadounidenses del mismo periodo, notamos mucho menos agrupación étnica en áreas específicas de la ciudad. El barrio de La Boca atraía inmigrantes italianos, había alemanes en Belgrano y judíos en Once, pero estos grupos, así como cualquier otro grupo de inmigrantes podían encontrarse en muchas otras partes de la ciudad. Buenos Aires no tenía una “pequeña Italia” o “pequeña Alemania” como las tenía Nueva York.
Figura 2: Construyendo la Linea A debajo de Avenida de Mayo, 1912. Fuente: Archivo General de la Nación.

La explosión demográfica de la ciudad y el desarrollo de nuevas formas de transporte alteraron la organización de la ciudad, contribuyendo a la aparición de nuevos barrios progresivamente más alejados del centro histórico. Comparando Buenos Aires con ciudades estadounidenses del mismo periodo, notamos mucho menos agrupación étnica en áreas específicas de la ciudad. El barrio de La Boca atraía inmigrantes italianos, había alemanes en Belgrano y judíos en Once, pero estos grupos, así como cualquier otro grupo de inmigrantes podían encontrarse en muchas otras partes de la ciudad. Buenos Aires no tenía una “pequeña Italia” o “pequeña Alemania” como las tenía Nueva York.
Para tomar un ejemplo, en 1914 escuelas e iglesias alemanas se encontraban en los barrios de Barracas, Balvanera, Belgrano, Palermo, Flores, Monserrat, Retiro y San Nicolás. Estas instituciones se encontraban cerca de los germanoparlantes, sin importar en qué parte de la ciudad vivían. El Hospital Alemán, en cambio, estaba en la Recoleta, cerca de seis de esos ocho barrios, pero en un barrio aparte.
Las comunidades étnicas en América eran a menudo más un objetivo que un lugar físico, pero incluso estas aspiraciones estaban arraigadas en los cimientos de instituciones étnicas, y formaban y eran formadas por los paisajes urbanos de las ciudades. En el caso de Buenos Aires, había hospitales franceses, gallegos, italianos, judíos, españoles, ingleses, sirio-libaneses, y alemanes. Estas instituciones también organizaron clínicas de barrio y proveían médicos itinerantes que realizaban visitas a domicilio. En caso de problemas más graves, y si era posible, algunos inmigrantes cruzaban la ciudad para recibir atención médica en un hospital específico, y en su lengua materna. Docenas de escuelas bilingües – enseñando en italiano, alemán, inglés, francés, y otros idiomas – así como sinagogas e iglesias de confesiones variadas aparecieron en muchas partes de la ciudad. Por lo general, estas instituciones sólo fueron utilizadas por residentes de una sola parte de la ciudad, a diferencia de los hospitales.

Las instituciones de las colectividades en Buenos Aires fueron, en gran parte, moldeadas por jerarquías de clase y género. Tradicionalmente dirigidas por hombres, las instituciones comunitarias fomentaron estructuras que crearon relaciones paternalistas entre hombres y mujeres, e inmigrantes de clase alta y baja. Con algunas excepciones, los líderes de estas instituciones formaban parte de los inmigrantes más adinerados de la capital. Inmigrantes alemanes de la clase trabajadora que pagaban mensualidades para ser miembro de la asociación del Hospital Alemán, o trabajadores italianos que inscribían a sus hijos en escuelas bilingües raramente ocupaban puestos de liderazgo en estas organizaciones, así como la gran mayoría de los trabajadores que recibían servicios.

La voluntad de parte de los inmigrantes de crear comunidades en Buenos Aires cambió no solo la ciudad, sino la definición de lo que significaba ser argentino. El rol de inmigrantes adinerados en la prestación de servicios sociales, la participación de comunidades católicas, hablantes de alemán, italiano, polaco, y francés, en debates sobre el laicismo, el deseo por parte de poblaciones protestantes, judíos, maronitas, y musulmanes de volver la sociedad Argentina más religiosamente diversa, así como los esfuerzos de parte de padres de familia por educar a sus hijos en escuelas bilingües expresan el interés de estas comunidades en el concepto de ciudadanía. Sin importar sus nacionalidades, cientos de miles de inmigrantes en Buenos Aires sintieron que pertenecían a la ciudad e imaginaron su futuro en ella. Fueron parte del desarrollo de costumbres sociales relacionadas tanto a la autoridad del estado como a los otros habitantes de la capital, y querían crear colectividades que fueran componentes duraderos de la sociedad Argentina y del paisaje urbano de Buenos Aires.
es Profesor Asociado en el Departamento de Historia de la Universidad de la Columbia Británica. Es el autor de To Belong in Buenos Aires: Germans, Argentines, and the Rise of a Pluralist Society (Stanford, 2018) y Ser de Buenos Aires Alemanes, argentinos y el surgimiento de una sociedad plural 1880-1930 (Editorial Biblos, 2019).
Una versión previa de este artículo fue publicada en Global Urban History.